Dirección: Olivier Dahan.
Países: Francia, República Checa y Reino Unido.
Año: 2007.
Duración: 140 min.
Género: Biopic, drama, musical.
Interpretación: Marion Cotillard (Edith Piaf), Sylvie Testud (Momone), Pascal Greggory (Louis Barrier), Emmanuelle Seigner (Titiene), Jean-Paul Rouve (Louis Gassion), Gérard Depardieu (Louis Leplée), Clotilde Courau (Anetta), Jean-Pierre Martins (Marcel Cerdan), Catherine Allegret (Louise), Marc Barbé (Raymond Asso), Caroline Silhol (Marlene Dietrich).
Guión: Olivier Dahan e Isabelle Sobelman.
Producción: Alain Goldman.
Música: Christopher Gunning.
Fotografía: Tetsuo Nagata.
Montaje: Richard Marizy.
Diseño de producción: Olivier Raoux.
Vestuario: Marit Allen.
SINOPSIS
De los barrios bajos de París al éxito en Nueva York, la vida de Edith Piaf (Marion Cotillard) fue una lucha por cantar y sobrevivir, por vivir y amar. Creció en medio de la pobreza, pero su voz mágica y sus apasionados romances y amistades con los grandes nombres de la época hicieron de ella una estrella mundial.
De los barrios bajos de París al éxito en Nueva York, la vida de Edith Piaf (Marion Cotillard) fue una lucha por cantar y sobrevivir, por vivir y amar. Creció en medio de la pobreza, pero su voz mágica y sus apasionados romances y amistades con los grandes nombres de la época hicieron de ella una estrella mundial.
Como pocas veces, “La vida en rosa”, juego de palabras del título en estreno, salva más en su traducción bastarda que en el original “La moma”. La biopic sobre la inabarcable vida de la cantante francesa Edith Piaf, exigía un esfuerzo acorde al nacimiento y aniquilamiento de la cantante de cabarets y music hall francesa. Probablemente ningún veinteañero ha escuchado hablar de ella. Para ellos valga decir que la “niña gorrión” fue el equivalente a Britney Spears en la primera mitad del siglo XX. Olivier Dahan que ha hecho carrera como director de videoclips para The Cranberries y otras bandas francesas, sólo había estrenado en Chile una segunda parte para “Los ríos de color púrpura”.
En esta magna película sobre la intérprete de “Non, je ne regrette rien”, la respuesta francesa al “My way” de Sinatra, nos entrega la voz de una mujer que pasó de la más rastrera pobreza a carreteárselo todo en los mejores escenarios y hoteles del mundo.
Morfinómana, alcohólica, gritona y una soñadora del amor también. Una de sus peores adicciones. En 140 minutos la película le cede algunas concesiones al ícono francés como si se tratara más de la realeza que de un mito popular y esconde en la síntesis pasajes como su supuesta bisexualidad, su relación con artistas más jóvenes y affaires con gente como Marlon Brando, Marlene Dietrich, Yves Montand o Charles Aznavour. Todo en pro de una historia fascinante con un ritmo agilísimo que transcurre entre la infancia de la Piaf en un burdel a cargo de un grupo de prostitutas o su adolescencia en el circo. Se lanzan breves destellos sobre el hijo que perdió a temprana edad y se contiene en un heroico nivel su batalla contra la adicción. Licencias de un director que a diferencia de muchas películas biográficas, escribe su propio guión, lo cuida, lo mima con una fotografía de lujo y una dirección de arte luminosa que funciona como un amplificador del dolor de la cantante. Mientras Edith Piaf se va torciendo de a poco y va perdiendo el sensual fraseo, la actuación de Marion Cotillard, luce como una obra maestra del casting y el maquillaje. Pasando en segundos de la belleza juvenil más exótica a la decadencia de una tosca madonna francesa. Una vital oportunidad de quedarse con un placer exultante, una carta marcada a la mejor actriz para los festivales en que anide el gorrión.
En esta magna película sobre la intérprete de “Non, je ne regrette rien”, la respuesta francesa al “My way” de Sinatra, nos entrega la voz de una mujer que pasó de la más rastrera pobreza a carreteárselo todo en los mejores escenarios y hoteles del mundo.
Morfinómana, alcohólica, gritona y una soñadora del amor también. Una de sus peores adicciones. En 140 minutos la película le cede algunas concesiones al ícono francés como si se tratara más de la realeza que de un mito popular y esconde en la síntesis pasajes como su supuesta bisexualidad, su relación con artistas más jóvenes y affaires con gente como Marlon Brando, Marlene Dietrich, Yves Montand o Charles Aznavour. Todo en pro de una historia fascinante con un ritmo agilísimo que transcurre entre la infancia de la Piaf en un burdel a cargo de un grupo de prostitutas o su adolescencia en el circo. Se lanzan breves destellos sobre el hijo que perdió a temprana edad y se contiene en un heroico nivel su batalla contra la adicción. Licencias de un director que a diferencia de muchas películas biográficas, escribe su propio guión, lo cuida, lo mima con una fotografía de lujo y una dirección de arte luminosa que funciona como un amplificador del dolor de la cantante. Mientras Edith Piaf se va torciendo de a poco y va perdiendo el sensual fraseo, la actuación de Marion Cotillard, luce como una obra maestra del casting y el maquillaje. Pasando en segundos de la belleza juvenil más exótica a la decadencia de una tosca madonna francesa. Una vital oportunidad de quedarse con un placer exultante, una carta marcada a la mejor actriz para los festivales en que anide el gorrión.